Cuevas de Waitomo en Nueva Zelanda. Este improvisado planetario es generado por las larvas de una especie de luciérnaga (Arachnocampa luminosa).

martes, 21 de abril de 2020

DEFENSA DE LA TIERRA

Porque nací en una tierra sin tierra, donde las jaras se apoderaban del monte en cuanto el azadón o el pico se quitaban el sudor o refrescaban la garganta.

Porque nací en una tierra donde las semillas germinaban muy lentamente en la solana de diminutos bancales pidiendo a gritos unas gotas de agua para combatir la sed del mediodía.

Porque crecí en una tierra sin tierra, un incendio en verano era la crónica de una tragedia anunciada para el frío invierno de los tenados.

Porque crecí en una tierra sin tierra que al amanecer miraba las nubes del cielo esperando el milagro del pan y los peces, y los días de lluvia recogía el agua de los canalones en los cubos del futuro, comprendí con dolor el desgarro que sienten las riberas cuando el arroyo empieza a secarse, y aprecié enseguida el valor del fruto maduro en las despensas del hambre.

Porque nací y crecí con gente trabajadora, apegada a la tierra y agradecida, me duelen como propias las heridas envenenadas del planeta y la alarmante asfixia de sus cansados pulmones.

Pero, por venir de donde vengo, también sé que quien no se doblega ante la adversidad acaba venciéndola; que quien con paciencia y tesón siembra, recoge; que quien planta un árbol está empezando a hacer crecer un bosque.

Autor: Eduardo Alonso

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